Ensayos

MONCHIN DEL ALMA,  EL TAPAO

 

Monchín del Alma: Si el cielo lo dispone

Que me arranques el alma hecha pedazos;

Tú no sabes lo que sufren las mujeres, Monchín,

Cuando ven a su amante en otros brazos.

                                                                                                   

Monchín del Alma: Las cosas no están buenas;                                       

                                                 Dibujo cortesia de Abdón López

Cada día poniéndose peor:

Las mujeres muriéndose del hambre

Y los hombres hartándose de ron.

   

                                                             

                                                               

  

                                                                             Foto Monchín,  periódico El Mundo 18 marzo de 1925

Monchín del Alma o el Tapao su nombre real fue Vicente Pérez García, natural del barrio Santo Domingo de Peñuelas, Sector el Cerro o Raja Larga.  Tenia el rostro cubierto con un paño negro amarrado en la parte atrás de la cabeza, esto debido a una extraña enfermedad que contrajo cuando tenía una edad promedio de 12 a 15 años que le carcomió su rostro y lo dejó sin tez facial. Siempre llevaba un sombrero tipo Italia, color blanco con una cinta negra en el medio. Era trigueño, delgado, su pelo era largo, lacio y negro, media aproximadamente 65 pulgadas y su peso fluctuaba en las 100 libras. Cuando hablaba se le entendía aunque su hablar no era claro.

Cargaba un plato, cuchara y un posillo en una fundita y lo enganchaba en la cintura. Para comer metía el plato debajo del paño  y ahí comía, sin que lo vieran.  Su compañero y él siempre dormían en una hamaca.

Fueron sus padres Don Pedro Pérez y Doña Petra García. Tenía ocho hermanos de nombre: Juan, Adolfo, Pedro, Ramón, Amparo, Saturnina, Virginia y María. Su hermano menor, Don Pedro alias Peyón, alega que Monchín fue el tercer hijo de dicho matrimonio.

EL periódico El Mundo del miércoles 18 de marzo de 1925 comenta que para esa fecha “Monchin” tenia 26 años de edad y lo describe como que no tiene ojos, que solo tiene dos protuberancias con carne que cubre la órbita de sus ojos, roja, muy roja. Que su rostro no tiene carne, y se dijera que es todo una enorme llaga que empieza a sanar pero que aun sangra. Tampoco tenía nariz, (la cual perdió a consecuencia de su enfermedad en el pueblo de Ciales), solo un agujero, una cavidad y a veces sacaba la lengua por ese agujero, que para él hacia las veces de nariz. (Por esta razón se popularizó unos versos burlescos, parodia de una conocida canción “Monchín del Alma sin que eso a ti te importe, saca la lengua por el cocote”) No tenía labios y sus dientes aparecen al descubierto. Estas condiciones lo hacían fañoso. Por lo demás el cuerpo era perfectamente natural, desmedrado y raquítico, pero muy humano.

También se popularizó una copla que decía: Monchín no tiene rostro/ Monchín no tiene perfil/ Monchín saca la lengua/ Por el roto é la nariz.

Era un hombre de buen humor, tratable, tranquilo y a veces chistoso a pesar de su enfermedad. Le gustaba bailar y lo hacia con un bastón ya que tenia problemas con una pierna, lo que le obligaba a caminar de punta con ese pie. Se ganaba la vida recolectando dinero que la gente le obsequiaba con el fin de ver su rostro. Tocaba la guitarra y siempre se le escuchaba cantar en aguinaldos y promesas. Le acompañaba un hombre llamado Benito Pacheco quien era su primo de parte de madre (Doña Felicita) y solía ser su lazarillo, también era tranquilo pero a diferencia de Monchín le gustaba beber. Mientras Monchín tocaba la guitarra él tocaba el güiro.  Él andaba  montado a caballo otras veces en yegua y su acompañante a pie, este le servia de guía y halaba su caballo por las bridas. Recorrían toda la isla lo que lo convirtió en un personaje famoso y conocido por todos.

Don Silvestre Plaza y Doña Heroilda Acevedo del barrio Vegas Arriba de Adjuntas los alojaban en su residencia, donde vivió aproximadamente tres años yendo y viniendo.  Allí compró cuatro cuerdas de terreno por $50.00 y Don Silvestre le construyó una casita. Actualmente el terreno es propiedad de la Sra. Antonia Plaza, hija de Don Silvestre.

Monchín se dio a conocer gracias a un comerciante de Ponce  que se le ocurrió cobrar por mostrar su rostro. Su fama se propagó hasta la capital. Luego Monchín se da cuenta que el comerciante se enriquece a su costa y se independiza. Cobraba 5 ó 10 centavos por persona, hasta que un día lo asaltan y lo empujan por un barranco. Es por esa razón que decide conseguir su ayudante de nombre Benito Pacheco.

Su fama ha llegado hasta la literatura puertorriqueña, se menciona en la novela del autor puertorriqueño René Marqués “La Víspera de Hombre”, en 1924 aparece la primera versión de la canción popular “Monchín del Alma”, en 1948 Cesar Concepción  populariza “El son de Monchín”, etc.  

Su hermano menor  Don Pedro (Peyón) Pérez asegura que Monchín fue contagiado con una enfermedad que le destrozó la cara. Don Miguel Feliciano Román alega que se contagio con un vecino de una enfermedad llamada Bubas.  De mi parte descarto cualquier contagio ya que no existe registro de un brote de una enfermedad parecida en su época, descarto la Lepra por los mismos alegatos, además él tocaba la guitarra sin dificultad y es de saber que la Lepra ataca mayormente las manos. Su hermano Don Pedro alega que “Monchín” murió a la edad de 50 años de edad aproximadamente. Cuando enfermó vivía en casa de Don Silvestre, Monchín se siguió pudriendo, le salía mal olor de lo que le quedaba de cara, fue por eso que Don Silvestre fue al pueblo de Peñuelas, se lo informó a su familia y un hermano lo buscó. Murió y fue enterrado en su pueblo natal, Peñuelas. 

En el artículo de periódico El Mundo antes mencionado dice lo siguiente: “Monchín, no ve en lo absoluto es ciego de nacimiento”.  No dudo que a consecuencia de su enfermedad quedara ciego, no obstante  no surge que fuera ciego de nacimiento. 

Indudablemente “Monchín” era la mejor caracterización de una calavera.

Tal vez la misión de este ser humano fue permitir a sus semejantes la conformidad y comprensión de sus propios pesares ante la angustia y desventaja de lo insólito de su ser y lo conforme con su forma de vida. 

                                                                              Miguel Figueroa  2001